La Bella Liu by Jordi Singla

La Bella Liu by Jordi Singla

autor:Jordi Singla
La lengua: eng
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2018-12-04T00:00:00+00:00


34 La Casa de la Luna Azul por fuera

Pienliang, provincia de Sur del Río, año 7 del Estado Ascendente en Paz y Prosperidad. 982 d.C.

Wang Chinjo maldecía una y otra vez al amigo Chen. Por qué los letrados tienen que tener siempre tantas dobleces. Primero, que sí; luego, que tal vez, y, al final, que no. Cómo se le ocurría al compadre Chen Pengnien tener dolor de barriga, precisamente en ese día, si él no comía casi nada. Y, como siempre, al menda le tocaba el tofu más agrio. El tonto Wang Chinjo tendría que acompañar al príncipe bobo a la Casa de la Luna Azul. Qué peligro tan grande.

Un secretario anunció la visita del aya Chinkuo, la nodriza que había cuidado al príncipe Chao Heng desde niño.

Las cuentas doradas colgaban hacia delante de aquel moño imponente. El vestido florido de seda brillante la hacía aparecer aún más enorme, la cara era exageradamente ancha y esos ojillos pequeños estaban muy separados de la nariz chata. Era como un sapo gigante. El aya Chinkuo hizo una reverencia de cortesía, muy leve, su gordura tampoco permitía más.

—Diez mil bondades tengáis, honorable licenciado Wang.

El aya Chinkuo tenía fama de puntillosa, de desconfiada, y de amante de la cortesía más estricta. Y el letrado de palacio Wang Chinjo estaba ante ella amedrentado, diminuto, lacayuno. Llegaron las viandas del sur y del norte, el té de Chiman y el agua con aroma de orquídea, todo para apaciguar al gran sapo.

—Mis informadores me dicen que el letrado Wang siente pasión por la porcelana.

—Totalmente cierto, Dama del Porte Colmado.

—Así que os gusta la porcelana, ¿cierto?

—Sí. ¡Oh, sí, sí, noble señora!

—Bien, bien, con que os gusta la porcelana... ¿esmaltada?

—Oh, sí, sí, esmaltada mucho mejor. Sí... si puede ser, Dama del Porte Colmado.

—Perfecto. Entonces, espero que esto sea de vuestro agrado.

Eran dos vasijas de porcelana en Chingdechen de curvas oblongas y sin asas.

—Oh, oh, ¡oooh, Dama del Porte Colmado!

—El letrado Wang no esconda sus virtudes, que se merece esto y más.

Contemplarlas allí, tan bonitas, tan menudas, tan delicadas. Hacía saltar las lágrimas.

—En mi próxima audiencia con el Celeste, permita este honorable letrado que el aya Chinkuo le mencione vuestros mil talentos y cien virtudes.

¿A qué venía tanta alabanza?

—Pero, Dama del Porte Colmado.

—Nada, nada, honorable letrado Wang, que os merecéis esto y más. Mi pequeño príncipe vuelve a ir por el buen camino, y todo gracias a vos.

Solo ella veía pequeño al grandullón del príncipe Heng.

—Este humilde licenciado os lo agradece, Dama del Porte Colmado.

—No hay nada que agradecer, nunca el príncipe había estado tan entusiasmado por ir a una biblioteca.

—A una biblioteca.

—Sí, claro. Hoy teníais que acompañarle a la biblioteca principal de la Academia Hanlin, a consultar unas pinturas ¿cierto?

—Oh, sí, sí, cierto, ciertamente cierto, vamos a la Academia Hanlin a consultar pinturas.

—Ay, letrado Wang, qué despistadillo que sois. Que no se me desvíe el príncipe, eh, que yo me enfadaría mucho —decía con el dedo índice bien derecho.

—Sí, sí, señora. ¡No! Quiero decir que no, que no se desviará.



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